Me hace gracia la gente que usa, a modo introducción, frases como “A estas alturas de mi vida” u otras de similar rimbombancia. Tal vez yo mismo la haya usado alguna vez.
Lo cierto es que, si me paro a pensarlo, no sé a qué altura de mi vida estoy, pues siempre me parece estar al principio de algo y al final de nada. Por momentos, a pesar de lo vivido, me parece que soy un recién nacido mental.
Tengo la extraña sensación de que, en el fondo de cualquier certeza, existe una duda razonable.
Una de las realidades poco cuestionables, que mantengo como seguras, es la ser canario.
A pesar de haber emergido a la vida en un lugar tan inhóspito como la Punta Palomas de 1950, por raigambre, por costumbres y por bagaje vital, soy canario y, uno de los grandes privilegios de serlo es que pude nacer donde me dio la gana, sin perder un ápice de mis raíces.
Estaría feo que, ahora me dedicara a ensalzar las bondades y los encantos de este pueblo al que pertenezco con orgullo y que me otorga el derecho de representarlo en las mejores condiciones.
Dejemos a parte algunas verdades inmutables como la obligación de tomarte el café que te ofrecemos, aunque sea colado con calcetín o la de comerte esa montaña bíblica que hay en el plato de invitado.
Para muestra, un botón:
Cuando ese volcán sin nombre al que todo el mundo quiere bautizar y para mi sigue siendo el volcán “Cabro-nazo”, empezó a escupir lava, desde cualquier punto de Canarias empezaron a llegar cosas, hasta que los responsables tuvieron que decir:
- Paren de mandar coño, que ya no tenemos donde guardarlo.
Seguro que más de una y más de uno, se lo quitaron de sus necesidades para ayudar, porque esa es otra de las cualidades del canario. Si el techo de tu vecino se moja, te olvidas de las goteras del tuyo para ayudar.
Podría seguir enumerando hechos, pero no quiero dar lugar a que me llamen ombliguista, chovinista o cualquier otro ista de esos que vuelan en la literatura. Por eso quiero acabar este “minipost” con un hecho destacable por lo poco usual y mucho menos en el ámbito político.
Me refiero al cierre de filas de todos los partidos políticos, dejando aparte a las bandas de revanchistas ultramontanos, que se materializó en el parlamento de Canarias en torno al Gobierno.
Mientras que, en Madrid, una banda de trileros, tahúres y fulleros ideológicos, niegan el pan y la sal a cualquier avance progresista, en Canarias, un grupo de personas de distinta ideología y con credos varios, han hecho política de estado y han dado su apoyo a los y las que gestionan nuestros dineros, para atender las necesidades de los afectados por el volcán.
¿Somos o no somos?
LA RECETA. –
Cuentan que la ensaladilla rusa o ensalada Olivier, era una preparación de diferentes ingredientes sancochados, cocidos, hervidos o como usted diga, a los que acompañaba una especie de mayonesa en el centro del plato. Harto, el señor ruso, de ver cómo la gente lo revolvía todo, en vez de ir degustando cada cosa por separado, les ahorró el trabajo y servía la cosa ya mezclada.
Yo he ido acomodando el plato a mi gusto personal y con relativa facilidad me sale la que viene a continuación
ENSALADILLA RUSA. ¿Cuál va a ser? La mía
Avituallamiento para 6 estómagos agradecidos. –
4 Papas grandes, sancochadas con la cáscara
150 grs de aceitunas verdes, deshuesadas
2 Cucharadas soperas de alcaparras.
6 huevos sancochados.
1 Zanahoria (150 grs + 0 -)
1 Cebolla roja, lo más tierna posible.
1 Manojo de perejil, sin los tallos
2 Latas de melva
18 langostinos hervidos al dente.
Para la mayonesa. –
1 Vaso de Leche entera a temperatura ambiente
2 ½ Vasos de aceite de girasol
½ Vaso de aceite de oliva
1 Ajo
Sal y pimienta negra, al gusto
Cuando tengo previsto hacer ensaladilla, procuro empezar desde el día anterior, dejando todo lo que deba pasar por el fuego, hecho y en la nevera.
Pico en *brunoise la cebolla, la zanahoria, las alcaparras, las aceitunas y los langostinos. Lo mezclo todo en un bol y le rocío el zumo de una lima grande o dos pequeñas. Bien tapado, se va macerando durante la noche.
También aprovecho para hacer la mayonesa y dejarla enfriándose en la nevera
En un vaso alto ponemos la leche, los dos aceites el ajo, la sal y la pimienta. Batidora a cien mil y listo. Si sale muy espesa, se puede aligerar añadiéndole un poquito de leche.
Alegría que llegó el día. En un recipiente grande, echamos los ingredientes que estaban en maceración cítrica y le soltamos tres o cuatro cachetones de mayonesa, revolviendo bien. Poco a poco iremos añadiendo las papas que habremos picadas previamente, en daditos lo más pequeños posible, al tiempo que añadimos cucharaditas de perejil bien picado y las latas de melva desmenuzadas. Cuando la mezcla este homogénea y adquiera un aspecto marmolado, la ponemos en una fuente y adornamos con notas de color verde y rojo
Oiga